Para que un embarazo empiece con buen pie el cuerpo de la mujer tiene que permitir que el embrión se implante correctamente. Este proceso es complejo y los receptores KIR y sus interacciones con ciertos antígenos presentes en los embriones juegan un papel importante en el mismo. Como veremos en esta situación tenemos tres actores que interaccionan entre sí:
- Por una parte, tenemos los receptores KIR, que están situados en la superficie de los linfocitos NK uterinos. Los receptores KIR pueden ser de dos tipos: A o inhibitorios y B o activadores.
- Por otra parte, tenemos los llamados antígenos de histocompatibilidad tipo C (HLA-C) que, a su vez, también pueden ser de dos tipos, HLA-C1 y HLA-C2. Estos antígenos los hereda el embrión de los padres genéticos, por lo que tenemos tres tipos de combinaciones en el embrión: HLA-C1C1, HLA-C2C2 y HLA-C1C2.
- El último factor que interviene en esta ecuación son los propios HLA-C que tiene la madre, que tienen las mismas combinaciones que están presentes en los embriones. Teóricamente el cuerpo de la madre podría reaccionar peor cuando los embriones portan HLA-C de otras personas (sean del padre o de una donante de óvulos) respecto a si el embrión hereda los propios HLA-C maternos.
¿Y como se producen estas interacciones? Pues los estudios confirman que hay ciertas combinaciones entre receptores KIR y HLA-C embrionarios y maternos que pueden dar lugar a un mayor riesgo de patología placentaria durante el embarazo, y de ahí se propuso que el riesgo de padecer estas patologías (retraso de crecimiento intraútero, preeclampsia…) se determinara ya en el momento en el que embrión se implanta. Además, se postuló que estas alteraciones también pudieran comprometer el embarazo aumentando el riesgo de aborto por una mala implantación, por lo que se empezaron a realizar estudios en el ámbito de la fertilidad.
Aunque se presumió que las combinaciones de mujeres con receptores KIR tipo A con embriones que presentaban HLA-C de tipo 2 podrían causar un riesgo de aborto más alto, la realidad es que los estudios publicados no han demostrado una utilidad clínica importante más allá de ciertos escenarios poco habituales. Además, hasta la fecha tampoco hay un tratamiento farmacológico que haya evidenciado una mejora de los resultados, por lo que, como veremos, la estrategia se basa en evitar estas situaciones especiales.
¿Y cuáles son estas situaciones especiales en las que los receptores KIR pueden causar problemas? Pues los estudios han demostrado que cuando la mujer que se transfiere es haplotipo A (inhibidor) y los embriones expresan muchos HLA-C2 puede existir un riesgo mayor de aborto, sobre todo, cuando la carga de HLA-C2 del embrión es superior a la que tiene la madre y éstos HLA-C2 no son los propios de la madre (pueden ser los del padre o los de una donante de óvulos, recordemos que los HLA-C2 los hereda el embrión de los progenitores genéticos). Pero lo importante realmente es que este riesgo de aborto sólo se ha podido confirmar cuando se transfería más de un embrión. Por eso en la actualidad, en una clínica que realice casi todas las transferencias con un único embrión estos problemas no son clínicamente relevantes a la hora de establecer las posibles causas de un cuadro de abortos de repetición .
Por lo tanto, si la paciente es haplotipo B (activador) o tiene receptores KIR HLA-no existiría un riesgo aumentado de aborto porque sólo hay riesgo cuando la mujer es haplotipo A (inhibidor) o los embriones tienen más HLA-C2 que la mujer (y un embrión no puede tener más HLA-C2 que la mujer, si ésta ya es HLA-C2C2).
En los casos en los que la mujer tiene receptores KIR tipo A (inhibidor) la estrategia pasa por evitar que el número de los HLA-C2 en los embriones sea mayor que el que tiene la madre. Pero, sobre todo, pasa por no realizar transferencias de más de un embrión (sobre todo en donación de óvulos ) porque entonces es cuando la carga de HLA-C2 embrionaria puede superar claramente la cantidad de HLA-C2 maternos. Además, en donación de óvulos todos los HLA-C2 serán externos, lo que puede generar un rechazo aún mayor. Otra estrategia posible sería buscar donantes HLA-C1C1 para reducir la carga de HLA-C2 de los embriones, pero es mucho más compleja (se calcula que sólo el 30% de las donantes caucásicas van a ser HLA-C1C1) y no aporta ninguna ventaja respecto a la propuesta de transferir un solo embrión.
Como conclusión, si sólo se han realizado transferencias de un embrión, sean propios o de una donación de óvulos, no hay ninguna indicación para pedir estas pruebas porque, independientemente del tipo de receptor KIR o antígenos HLA-C presentes, no nos permitirán explicar los resultados negativos.