- Cooordinación. Criterios unánimes dentro de la plantilla médica que permita que todos los miembros estén bien informados de en qué momento se encuentra nuestro caso clínico cuando tengan que tratar con nosotros, percibiendo así el idóneo consenso dentro de las decisiones médicas que nos comuniquen imprescindibles para desechar las dudas e inseguridades por nuestra parte.
- Claridad en la comunicación. Los tecnicismos nos confunden, distancian al paciente del médico, crean una superflua parafernalia ante la que sentimos que en cierto modo podrían estar adornándonos la realidad con un único objetivo económico de permanencia, prolongando unos procesos de los que, al final, llegamos a desconfiar de su idoneidad. Y dentro de esta transparencia esté incluida la proposición objetiva pero a la vez determinante de proseguir intentándolo por la misma vía u optar por otros métodos / opciones médicas de las que recibamos informaciones concisas y detalladas en la medida en que lo solicitemos o se crean oportunas , sin cosas veladas .
- Instalaciones propias. En ellas se ha de poder llevar a cabo las diferentes etapas médicas que comprenden los tratamientos, sin desplazamientos, con discreción, ofreciendo esa naturalidad y confianza precisas en la que sentirnos cómodos, seguros y acompañados.
- Privacidad. Que las instalaciones estén diseñadas/estructuradas para mantener siempre el anonimato que en ocasiones necesitamos preservar frente al resto de pacientes que pueden están inmersos en otros procesos paralelos y necesarios para el servicio, conjugando la capacidad de otorgarle la mayor naturalidad y sensación de organización precisa e imprescindible y sin presentir que se nos oculta intencionadamente nada. Si bien es cierto que la mujer es la que lleva la parte mas farmacológica y clínica del tratamiento, es importantísimo no olvidar al hombre y sobre todo mantener la misma rigurosidad, delicadeza y discreción en aquellas momentos del proceso en los que la figura masculina tiene que tomar relevancia