La similitud física es el rasgo más valorado en la donación de gametos.
Ese fue el resultado de la encuesta realizada hace una semana en nuestro Facebook. Es precisamente por este motivo por lo que en nuestras visitas se dedica un tiempo especial a explicar que aunque la similitud fenotípica entre donantes y receptores/as sea grande, no hay forma de garantizar como serán físicamente los hijos de la pareja, como ya explicamos en uno de los primeros artículos de nuestro blog. No sólo porque el emparejamiento o “matching” se hace con el/la donante y no con toda su familia, lo que puede permitir que genes escondidos de hermanos con diferentes rasgos se manifiesten, sino porque es bien conocido que hay rasgos familiares que no aparecen en todas las generaciones o que los genes de la pareja también entran en juego, permitiendo o impidiendo que ciertos rasgos se expresen. La fertilidad de la donante es otro factor importante, aunque tenemos muy claro que el hecho de que un ciclo previo de la donante no haya acabado en un embarazo no quiere decir que sea mala donante. El semen con el que se fecundan los óvulos y el útero al que se transfieren esos embriones son muchas veces razón suficiente para explicar el fracaso, por lo que nosotros consideramos una buena donante aquella que ha dado ovocitos de buena calidad que han generado buenos embriones en un ciclo previo. Por último, y claramente diferenciados de los países del norte de Europa, tanto el conocer la identidad del/de la donante como sus estudios y preparación académica, no son un factor determinante. Quizás sea por la cultura de la donación que existe en nuestro país, que nos hace especialmente confiados en quien dona, quizás por tener modelos familiares más clásicos en los que cualquier hijo nacido de una donación se asume como propio “a todos los efectos” sin tener la necesidad de dar más explicaciones de lo que pasó antes de su concepción o quizás por tabúes arrastrados de una historia represiva que todavía nos hace percibir la esterilidad como algo humillante (a lo cual contribuyen en sobremanera multitud de personajes públicos que crean falsas esperanzas en la población en lugar de reconocer los tratamientos a los que se han sometido).