Se entiende por aborto como la interrupción del embarazo antes de las 22 semanas de evolución. Su diagnóstico se puede realizar tras detectarse la expulsión de los restos ovulares o puede ser un hallazgo casual durante una exploración rutinaria.
Aborto espontáneo, ¿cómo detectarlo?
El síntoma más frecuente de un aborto es la metrorragia, que consiste en la pérdida de sangre a través de la vagina. No todas las metrorragias van a acabar en un aborto pero siempre será una situación de riesgo para el embarazo que habrá que considerar.
En otras ocasiones el aborto no presenta ningún síntoma y se diagnostica durante una exploración ecográfica rutinaria. En estos casos lo que se detecta es que el embrión ha interrumpido su desarrollo correcto y no se observa latido cardíaco activo.
Riesgo de aborto
El momento de mayor riesgo es durante el primer trimestre del embarazo ya que durante esta fase es cuando se forman la mayor parte de los órganos del embrión. Una vez alcanzadas las 12 semanas de embarazo y se confirma un correcto desarrollo por ecografía, las posibilidades de que se produzca un aborto disminuyen notablemente.
Las técnicas de diagnóstico prenatal invasivas como la biopsia corial y la amniocentesis son un factor de riesgo para que se produzca un aborto. Aunque solo se indican en los casos seleccionados, hay que tener en cuenta que suponen un riesgo de aborto de alrededor de un 1%. En estos casos los síntomas que se suelen producir son la hidrorrea, que consiste en la pérdida de líquido transparente por la vagina, y el dolor abdominal de tipo regla.
Tratamiento
En cualquier tipo de aborto, el tratamiento es la expulsión de los restos ovulares. En muchos casos y sobre todo en los más tempranos, esta expulsión se suele producir de forma espontánea. En otros casos será necesario realizar una pequeña intervención para aspirar el contenido que hay en el interior del útero, en lo que llamamos legrado.